En mi casa montar la navidad era sinónimo de sacar cajas llenas de los mismos adornos de siempre. Nunca cambiábamos el arbolito y era una tarea que se finalizaba en apenas mediodía.
Cada quien tenía su función, y apenas mi abuela asomaba las grandes cajas, cada una sabía qué debía hacer: todo tenía su lugar y nunca se cambiaba nada. El santa de la puerta, el árbol plateado con sus bolas y juguetes – sí nuestro árbol a diferencia de los comunes, era color plata-, los mantelitos navideños, los centros de mesa de vidrio para las nueces, almendras y algunas castañas si se conseguían a buen precio…
Recuerdo con particular cariño unas especies de boas doradas y plateadas que solían darle la vuelta al árbol, aunque en realidad eran el accesorio ideal para cualquier niña que soñara con ser actriz famosa de hollywood.
Este sábado Amalia nos invitó a montar su árbol. Ella tarda meses planificando los colores que va a usar y apenas comienzan a aparecer los típicos adornos navideños en las vitrinas de las tiendas, es la primera en hacer un tour que puede durar un par de semanas para seleccionar lo mejor.
Montar el arbolito es mucho más que una tradición, es un ritual que puede durar días. Cada adorno debe estar en lugar correcto, así que primero se superpone en la rama seleccionada, luego se retrocede un par de metros, y se analiza desde cada ángulo si luce bien allí. Si se consigue el punto exacto se fija con un pequeño alambre, sino hay que buscar otro sitio.
Me encanta esa pasión con la que Amalia monta la navidad en su casa, como ordena todas las bolas, ramas, y accesorios por colores y tamaños sobre una mesa, para ir facilitando el proceso.
Puedo jurarles que ella hace de una tradición toda una obra de arte. Cuando me fui de la casa, no lo habíamos terminado. Prometo montar la foto del árbol listo.
Archivos Mensuales: noviembre 2011
Él es mi mejor espejo
Soy algo indecisa a la hora de vestir. Hay días gloriosos en los que el outfit prácticamente se arma solo. Hay otros en los que aunque el closet esté full de trapos, son sólo eso: trapos. En ese preciso momento, se escapa de mis labios la frase lapidaria: «Es que no tengo nada que ponerme»
Giancarlo voltea a verme desde la cama, y se le escapa una risa prácticamente incontenible: tengo tres repisas llenas de ropa y no cabe ni un sólo gancho más en el closet.
En esos días, él suele ser paciente, ante los mil y un cambios, camisas que vuelan por los aires, pantalones que entran y salen, y los zapatos que quedan regados por el suelo, como recordatorio de que casi logramos estar listos para salir, hasta que me topo con algún detalle frente al espejo y se repite el ciclo.
Simplemente caos. Sólo eso. Esos días en los que él no está son peores. Me he mal acostumbrado ante sus ausencias ocasionales y mi histérica «falta» de ropa, a que el último visto bueno me lo de él. Ese último vistazo frente al espejo lo comparto con él a través de una foto…
Sobre Submarine o las coincidencias
Luego de escribir mi post anterior, me quedé revisando los tweets que había marcado como favoritos durante la semana -práctica maravillosa que me permite guardar info para revisar cuando tenga ganas de matar el tiempo o simplemente cuando esté ociosa. Entre uno de los tweets conseguí la recomendación de una película de Richard Ayoade, llamada Submarine. Decidí saldar la deuda y verla en Cuevana
Casualidad que en medio de la película me topara con esta frase: «…I have already turned these moments into the Super-8 footage of memory…»
Amo estas coincidencias extrañas, minutos antes reflexionaba sobre la manera de guardar y clasificar mis recuerdos...
En cuanto a la película, pues me encantó. Aquí les dejo el trailer y como dato curioso Alex Turner, cantante de Arctic Monkeys, colabora con 6 temas del soundtrack. (Otra coincidencia, pues prontito los veremos en Madrid!)
¿Será la nostalgia un problema epidérmico?
Suelo ser una persona bastante nostálgica, característica que se incrementa cada 28 días. Me gustan todas las cosas de antes, suelo entretenerme o en algunos casos martirizarme, recordando lugares, personas, aromas.
Yo con 3 años. Foto que casualmente me envió mi tía hoy |
Dale a la piñata que ya empezó la 3ra década
Una invitación a una piñata o bautizo es la certificación de que estás en los 31. Básicamente las festividades sociales tiene cada una su propia década: de los 21 a los 30 vas a bodas, bien sea porque una amig@ se casa, o porque alguna hija del socio/vecino/compadre de tus padres se viste de blanco, y esta es la mejor manera de pasar la noche pagando únicamente el estacionamiento. De los 30 a los 40, comienzan los bautizos y piñatas. Lo que viene después aun me queda por descubrirlo.
Esos días impredecibles
La gente podría dividirse perfectamente en aquellos que son planificados y los que van sin norte alguno. Yo soy un espécimen raro, todo lo que tenga que ver con el trabajo es un plan de vida, cada paso me acerca más a mi ideal. Pero mi tiempo libre, eso es otra cosa.
Vender como si del otro lado estuvieras comprando
Qué semana tan extraña. Algo tan sencillo como una firma sobre un papel se convirtió en un sabor a triunfo que pocas veces había probado, además en un respeto absoluto hacia la labor del equipo de ventas.
Además, descubrí habilidades desconocidas: siempre dije que como vendedora era un excelente astronauta lunar. Las pocas veces que incursioné en el área fue para vender collares y ropa, casi siempre me quedaba con el 20% de la mercancía porque me parecía maravillosa, y si un cliente llegaba a elegir algo que definitivamente le sentaba mal, prefería perder el dinero a asumir la culpa eterna de una persona mal vestida gracias a mi venta obligada.
Así que esta semana que acompañé a Emely en su primera reunión post-preventa, en donde se cerró la negociación, tuve esta sensación de triunfo y logro; además, descubrí que la sinceridad es el mejor valor que se puede aportar a un cliente. Traté de vender como si la compra fuese para mí, asesorando de la mejor manera posible.
El resultado no sólo se firmó el primer contrato del equipo, sino que quedamos como verdaderos asesores: ese mismo día al final de la tarde recibí un mensaje de texto de ese cliente pidiéndome consejo sobre una estrategia para su negocio.
Así que lo poco que he aprendido de ventas hasta ahora y sin ánimo de sonar en lo absoluto a Gurú, es algo tan sencillo y quizás pocas veces practicado como ser sincero y ofrecer realmente lo que el cliente necesite.
¡Así que ánimo amador que quedan muchos más contratos por traer!