… Y la vida cambió

El dijo: «Confía en mí». Yo no lo dudé ni por un segundo. Giancarlo, tiene  la mayor determinación que jamás haya conocido. Tiene tesón, empuje, no hay obstáculo que lo detenga.

Un día puede tomarme de la mano, pararse ante un cartel promocional y decirme: «Yo me voy a ganar esas entradas de cine»; como otro me puede llamar desde un concierto para decirme que esa noche, él se trae una baqueta de las que lanzará el baterista al público… Y así es. 

Así es como una día me dijo: «En este país no se puede vivir, es hora de irnos». Y ante su determinación yo me aterré, por primera vez en la vida me dio miedo saltar.

Su reacción fue empacar en una maleta justo lo necesario y dejarme en casa con la promesa hecha que iba a conseguir un mejor lugar donde pudiéramos estar. Y así fue como se marchó en octubre justo el día de mi graduación, dejando su familia, sus calles, sus perros y su vida.

Llegó a Madrid y consiguió un piso – gracias a un maravilloso amigo- que se convirtió en el centro de operaciones. No importaba que afuera de esas cuatro paredes existieran mil lugares por conocer, en una urbe tan cosmopolita como la capital española. Su objetivo estaba claro.

Transcurrieron dos meses, largos y difíciles. Varias entrevistas sin respuesta. Se acercaba navidad, y no quería dejarlo sólo. Reconozco que soy un poco tonta y tradicional con estas fechas y creo firmemente que se deben pasar acompañado.

Compré mi ticket para venir a visitarlo, traerle nuevos aires, tomarlo de la mano para caminar por las calles y conocer. Pero una vez más él me recordó su promesa: «Nada de salir a pasear, antes de que llegues ya tendré trabajo y todo será diferente»

Y así fue. El sólo dijo «confía en mí» y la vida cambió.

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